En el marco de la XVII Cumbre del Cambio Climático, realizada entre
el 28 de noviembre y el pasado 11 de diciembre en Durban, Sudáfrica, la
ONG europea Germanwatch presentó un preocupante “índice de riesgo
climático” -que toma en cuenta el costo en vidas humanas y pérdidas
absolutas en dólares, y costo relativo de acuerdo con el nivel de
prosperidad- según el cual, Colombia, junto a Guatemala y Pakistán,
fueron los países más afectados en el 2010 por desastres relacionados
con el clima. Pakistán sufrió las peores inundaciones de su historia, la
nación centroamericana fue devastada por los huracanes y en cuanto a
Colombia está visto que las últimas temporadas invernales han sido las
más trágicas y dañinas de que se tenga noticia y aun es prematuro hacer
balances de la que estamos padeciendo.
También aludía en su informe la citada ONG a que, en todo el
mundo, más de 710.000 personas murieron entre 1991 y 2010 a causa de
14.000 acontecimientos climáticos graves, que provocaron pérdidas
económicas estimadas, a precios de hoy, en más de US$2,3 billones. Y
hacía una observación final acerca de que ningún país desarrollado está
incluido entre los diez más expuestos al riesgo climático, excepto Rusia
que sufrió una intensa ola de calor en el 2010.
Esa figuración entre los países más gravemente afectados por los
fenómenos asociados al calentamiento global, contrasta con el hecho
-ampliamente demostrado en la cumbre de Copenhague, hace dos años, por
el entonces presidente Uribe- de que en materia de emisiones
contaminantes hemos hecho la tarea derivada del Tratado de Kioto, pues
emitimos solo el 0,37% del total mundial de gases de efecto invernadero,
y en cifras absolutas, arrojamos al aire 250 toneladas de C02 por cada
punto del PIB, casi la mitad del promedio mundial y un 7% menos del
promedio suramericano.
Lo anterior podría llenarnos de razones para estar de acuerdo con
Greenpeace y otras importantes organizaciones ambientalistas, que
califican la cumbre de Durban como “un fracaso” del cual deberían
“sentirse avergonzados los gobiernos participantes”. Es muy fácil
criticar desde la barrera y al margen de las grandes decisiones, cuyo
costo político y económico y su efectiva ejecución, a la hora de la
verdad corren por cuenta de quienes firman los acuerdos. Colombia estuvo
dentro del bloque de naciones que exigía compromisos concretos con el
cambio climático y aunque la última aspiración era alcanzar un tratado
superior al de Kioto, con fuerza vinculante para todos los países, tanto
desarrollados como en vía de desarrollo, en esta ocasión las realidades
políticas y económicas del mundo solo dieron para unos avances
aparentemente modestos pero realistas, y en la dirección que la propia
ONU aspiraba.
Fracaso habría sido que, pese a la prórroga de 36 horas decretada
por la presidencia sudafricana de la Cumbre, para tratar de salvar la
llamada Plataforma de Durban, las diferencias entre la Unión Europea,
EE.UU., China y la India no hubieran podido conciliarse. Pero se logró
y, en consecuencia, todo el mundo respiró aliviado porque se consiguió
que el Protocolo de Kioto, único instrumento vinculante para países
desarrollados -con excepción de EE.UU., que no lo firmó- en materia de
reducción de gases de efecto invernadero, extienda su vigencia por
varios años más después de su expiración el 31 de diciembre de 2012. Así
se evita un vacío legal en la lucha contra el cambio climático, pero
deja para posteriores reuniones su fecha de finalización, un tema que
sin duda deberá tratar la cumbre del año próximo en Qatar.
Otro logro importante fue definir una “Hoja de Ruta”, propuesta
por la UE, para la adopción de un nuevo acuerdo global vinculante de
reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Tras un pacto
entre la India, reticente a asumir compromisos vinculantes, y la Unión
Europea, el documento final acuerda empezar las negociaciones para
adoptar, en 2015, un “resultado con fuerza legal” para todos los países.
Es cierto que “lo mejor es enemigo de lo bueno”, pero en verdad la de
Durban no merece el calificativo de “fracaso” que le han dado sus
críticos.
Fuente: http://www.elmundo.com/portal/opinion/editorial/la_cumbre_climatica_de_durban.php